Recuerdo la tarde del pasado viernes como si fuera la misma que viví ayer. Salía de la reunión semanal en la discográfica con la que estoy trabajando en Barcelona cuando cogí el móvil para conectarme a las redes sociales donde comparto parte de mi vida profesional: reuniones con artistas, platós de televisión, estudios de grabación, conciertos promocionales con emisoras de radio… todo un mundo! Con los compañeros del sector a menudo comentamos que somos invisibles de cara el público pero tan necesarios para los medios de comunicación y por el mundo desordenado de algunos artistas… querido “desorden”.
De repente la primera foto y justo después la segunda… en pocos minutos, buena parte de los perfiles vinculados con el mundo de la industria musical, diarios y periodistas del sector que sigo de todo el mundo tenían la foto de Tim Bergling con las primeras muestras de pésame para familiares, amigos y conocidos. Un flash en mi mente se disparó en automático, como cuando leí el anuncio de su retirada y que empezaba un tratamiento por sus adicciones y episodios de estrés. Necesitaba alejarse de las pistas de baile y del mundo frenético que llevan dj’s internacionales con “bolos” de forma continuada alrededor del mundo. Estrés, agotamiento, soledad, vacío… parece contradictorio en una persona rodeada de miles de seguidores en cada concierto, ¿verdad? Quizá el nombre de Tim Bergling no te suena pero si te digo Avicii, dj y música electrónica seguramente se despierta un “ahora sí”.
Con la prudencia, el respeto pero también la tristeza que me genera la pérdida de alguien tan joven cargado de talento no me queda otra que hacerme preguntas e intentar buscar alguna respuesta en el largo compás de espera que se abre tras su muerte. Como en otros muchos casos, nadie nos devolverá la voz de Amy Whinehouse, ni la del líder de los Nirvana con su guitarra enganchada a los brazos, ni la de tanta gente cargada de talento, dinero y prestigio y que un día deciden poner fin a su vida.
Aquellos que de una forma u otra hemos estado vinculados con el mundo del dj y de la escena electrónica, tenemos que insistir, insistir y volver a insistir con un mensaje de responsabilidad y más, en el mundo de la noche donde todo está tan cerca y tan vacío de verdad. A los jóvenes que ahora se adentran en este mundo y que sueñan con llenar grandes discotecas o festivales con su música hay que hacerlos soñar con el valor de la responsabilidad, el coraje y la valentía de decir “no”. El éxito de verdad es todo aquello que nos pasa fuera de los escenarios, alejado de los focos y sin los auriculares colgados al cuello. El éxito es estar rodeado de personas que nos enganchan, sí… pero los pies en la tierra.
Este dichoso éxito que persigue tanta gente es, seguramente, todo lo que no se ve en la televisión o sale a la prensa. Con los años he aprendido que el éxito es lo que pasa lejos de estos momentos donde marcamos el ritmo de la gente a base de sonidos contundentes y melodías enganchosas a primera tocada. A todos los que formamos parte de la industria musical y nos atrevemos a escribir canciones y compartirlas con la ilusión de conectar con un público que quiere consumir música y vivir buenos momentos, nos brillan los ojos al imaginarnos haciendo una gira por los mejores clubes de la escena electrónica. Cierto!… pero todavía nos tiene que mover mucho más ser consciente que esta burbuja y “subidón” de adrenalina es efímero, como lo es la noche y buena parte de lo que pasa a su alrededor. Por nuestra pasión y respeto hacia la misma música, es nuestra obligación saber gestionar estos momentos y transmitirlo a las generaciones futuras que ahora llenan escuelas de música avanzada y sueñan con el mundo del Dj.
Más pronto que tarde y como pasa en todos los sectores la vida –lleno de vida propia- el vacío que deja Avicii en la escena electrónica será llenado por otro Dj o productor de prestigio. En todo caso, el silencio que ha dejado en la vida de su familia y amigos desgraciadamente será eterno y no habrá luces que los haga brillar ni canciones que los aleje de la tristeza perenne como es la pérdida de un hijo o un amigo (sí, de los de verdad). Piénsalo